El octavo hokage es contemporáneo.
- tintanova91
- 21 mar 2023
- 6 Min. de lectura

Giorgio Agamben, “¿Qué es lo contemporáneo?”
El documento puede ser descargado en su versión digital, véase en: https://19bienal.fundacionpaiz.org.gt/wp-content/uploads/2014/02/agamben-que-es-lo-contemporaneo.pdf
El documento de “¿Qué es lo contemporáneo?”, es una conferencia que Giorgio Agamben dictó en 2008 como preludio a un seminario. En el texto el autor hace una constelación de ideas para indicar qué podemos pensar sobre lo contemporáneo para acceder a los textos e imágenes de nuestra actualidad. En las siguientes líneas trazaré un comentario de texto acompañado de un montaje de figuraciones que evocan la idea del tiempo como quiebre y negación. El escritor busca el espacio adecuado para activar las letras que habitan en su profundo infierno. El tedio del día a día, las preocupaciones mundanas y su actualidad le agobian. Desea de forma desesperada el encuentro con las épocas más luminosas de la humanidad, más allá de una visita guiada o datos curiosos, busca activar el pasado como forma activa en su presente.
Al llegar a París, Gil Pender busca el encuentro con una historia que sólo yace en la idealización del pasado. Su pareja y los compromisos familiares le agobian, de momento llega a 1930 y encuentra a la ninfa. Adriana es el indiscernible de materia cósmica que lo hace regresar noche tras noche al París de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, Adriana -también- detestaba su época, odiaba el París de las Vanguardias artísticas y quería habitar la ‘belle epoque’. Por algún motivo, Adriana y Gil viajan en el tiempo, llegando al París de final del siglo XIX. Adriana se encontraba extasiada, no quería irse y es cuando Gil la interpela señalando: “Adriana, si te quedas aquí y esto se convierte en tu presente, pronto imaginarás que otro tiempo es realmente la Edad de oro. Y eso no es lo que es el presente, es poco gratificante porque la vida es así de insatisfactoria.”.
El instante de peligro recorre la espalda de Gil y repara en que la añoranza del anticuario es el peso -muerto y pestilente- que no deja flotar al ser contemporáneo. De golpe y frente a Adriana toma conciencia de su contemporaneidad. Lo contemporáneo, la contemporaneidad y el ser contemporáneo, son las categorías que nutren el texto de Agamben y en siete núcleos se articula una constelación profana. El enlace realizado con Midnight In Paris (2011) ( Por motivos éticos se aniquila al autor y sólo aparece la obra.), tiene el sentido de ensamblar una reflexión del tiempo como censura -arbitraria- que localiza al tempo de vida y la coyuntura histórica cual tornados que colisionan. En consecuencia, más allá de una crítica melancólica del presente, hay una apertura para entender la gama cromática que yace en la oscuridad.
En el primer parágrafo se realiza un primer acercamiento a lo contemporáneo a partir de una “...singular relación con el propio tiempo, que se adhiere a él, y a la vez, toma distancia…”. Hay una doble ruptura con los dos tiempos, y para ello Agamben rescata un poema de Osip Mandel’stan, “El siglo”. En donde comenta,
Mi siglo, mi fiera, ¿quién podrá
mirarte dentro de los ojos
y soldar con su sangre
las vértebras de dos siglos?
La referencia corresponde al concepto de "desfase"que Agamben a lo largo del texto va a nutrir con imágenes y referentes, estableciendo un quiebre doble por parte del sujeto de enunciación. En dos cortes el sujeto establece el tiempo de vida singular (tiempo de vida); y el tiempo histórico (colectivo). Por ello, Agamben hace un comentario sobre las vértebras de dos siglos, entonces el problema sobre la contemporaneidad es una cuestión de tiempo.
Sin embargo, el autor hace un comentario sobre la relación de la neurofisiología y la mirada para ampliar el concepto de lo contemporáneo: “Los neurofisiólogos nos dicen que la ausencia de luz desinhibe una serie de células periféricas de la retina, llamadas off-cells, que entran en actividad y producen esa especie particular de visión que llamamos oscuridad. La oscuridad no es, por lo tanto, un concepto privativo, la simple ausencia de la luz, algo así como una no-visión, sino el resultado de la actividad de las off-cells, un producto de nuestra retina. Ello significa, si volvemos ahora a nuestra tesis sobre la oscuridad de la contemporaneidad, que percibir esta oscuridad no es una forma de inercia o de pasividad, sino que implica una actividad y una habilidad particular, que, en nuestro caso, equivalen a neutralizar las luces que vienen de la época para descubrir su tiniebla, su oscuridad especial, que no es, de todos modos, separable de aquellas luces.”
El modelo de argumentación que Agamben sigue en el segundo parágrafo tiene un correlato con las ciencias médicas, con la finalidad de volcar el referente de la oscuridad. Las tinieblas no necesariamente reparan en una condición de falta o una imposibilidad para la mirada, -desde la modélica de Agamben- en su lugar son la activación de las células periféricas de la visión. La mirada que puede ver lo otro en la oscuridad pone en crisis modelos de representación que asocian a la luz como el referente de activación de la mirada. Es pertinente, porque cuando una persona que no tiene conocimiento sobre los hechos históricos y denomina a un momento como una “época de oscurantismo”, demuestra que la intimidad que dota la oscuridad le ha sido negada.
El firmamento estelar, sus luces, destellos y ausencias, son el matiz del núcleo que busca explorar Agamben. Félix Duque ha señalado que las luces que podemos ver en las estrellas no son más que la muerte de los cuerpos celestes. En un tenor similar Agamben establece: “Percibir en la oscuridad del presente esta luz que busca alcanzarnos y no puede hacerlo, ello significa ser contemporáneos. Por ello los contemporáneos son raros. Y por ello ser contemporáneos es, sobre todo, una cuestión de coraje: porque significa ser capaces no sólo de tener fija la mirada en la oscuridad de la época, sino también percibir en aquella oscuridad una luz que, directa, versándonos, se aleja infinitamente de nosotros. Es decir, aun: ser puntuales en una cita a la que se puede solo faltar.”. El problema se torna complejo porque el ser contemporáneo no sólo se determina en la mirada volcada hacía la oscuridad, también implica mirar la luz que se aleja a toda velocidad. Un desdoble en donde tenemos que ser puntuales en una cita a la que sólo se puede faltar.
Como hemos comentado el problema principal que se discute en “¿Qué es lo contemporáneo?”, es una cuestión de tiempo, tal es el problema de la moda porque el “...Kairos de la moda es inaferrable, en el momento en el cual el sujeto está a la moda, al mismo tiempo está fuera”. La contemporaneidad como actualidad cambiante opera de manera similar porque implica hacer un doble corte -de forma arbitraria- al tiempo en el que se vive y el tiempo de lo muerto, además de revivir lo que ya estaba fuera de moda. Los pantalones entubados y holgados en la actualidad son una muestra. Ser Rey Vampiro, AESTHETIC (AZTEK), MIRREY, PUNK, BIEJO LESBIANO, KANTIANO, MARIHUANO, UN LARGO ETC.
La moda y su actualización constante es un signo de la doble escisión que se realiza para situarse en dos tempos. En consecuencia, “Quiero decir al menos que el objeto cronológico no es en sí mismo pensable más que en su contra-ritmo anacrónico.” . Nos aproximamos al núcleo del problema, porque el ser contemporáneo es una operación dialéctica (como el vaivén de la olas, siempre algo se fuga y lo otro regresa) que activa el reconocimiento de la lucha entre dos monstruos: La tradición y lo nuevo.
En el penúltimo tramo del ensayo Agambe activa la problemática en torno al origen, recuperando la imagen de la doble vértebra de Osip Mandel’Stan. Porque el re-conocimiento que el sujeto realiza en función del tiempo de vida y la temporalidad histórica es una operación cognitiva que cuestiona -de forma indirecta- al origen como posibilidad de encuentro. El: “... origen no está situado en un pasado cronológico es contemporáneo del devenir histórico y no cesa de operar en él como el embrión continúa actuado en los tejidos del organismo maduro y el niño en la vida psíquica del adulto”.
Es decir, hay una dualidad entre lo arcaico (tradición) y la actualidad, en tanto que hay una cinta que los relaciona. La tarea del contemporáneo sería reconocer la cinta negra que une lo antiguo y lo moderno. Un ejemplo son los estudios que Aby Warburg realizó sobre las formas arcaicas del paganismo. Hay un cintillo que los vincula y es la solución formal que desborda un patrimonio heredado. Al activar las potencias del origen, se habita un presente en donde no se ha vivido nunca. Lo que nos lleva a consolidar un otro lugar de enunciación.
A modo de conclusión Agamben realiza un sarape de referencias para indicar: “... el contemporáneo no es solamente aquel que, percibiendo la oscuridad del presente aferra la inamovible luz; es también aquel que, dividiendo e interpolando el tiempo, está en grado de transformarlo y de ponerlo en relación con los otros tiempos, de leer de modo inédito la historia, de “citarla” según una necesidad que no proviene en algún modo de su arbitrio, sino de una exigencia a la cual no puede no responder. Es como si aquella invisible luz que es la oscuridad del presente, proyectase su sombra sobre el pasado y éste, tocado por ese haz de sombra, adquiriese la capacidad de responder a las tinieblas del ahora.”.
La invitación es clara, a lo largo de siete núcleos se busca articular un modo de acceder al presente desde los fragmentos que dejan las imágenes, textos e ideas del pasado histórico para convertirlos en la luz-oscura que alumbre al porvenir.
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