RUINAS CIRCULARES.
El Ser-Ceniza/Ser-Cebolla
El campeón de la ceniza despierta del sueño de la llama y en una tumba olvidada toma conciencia de sus capacidades. Repara en el horizonte y sólo percibe un páramo destruido, los dioses se han ido y lxs luchadorxs de todas las eras han olvidado la batalla. El tiempo del fuego se consumió y el mundo se quedó en la oscuridad total. Sin embargo, en el ocaso de la última flama, una guardiana del fuego vaticinó: “aunque la pira se disipe y los señores de la ceniza se fundan por última vez, entre la oscuridad surgirán pequeñas luminarias que darán luz a todos los seres”. Las luciérnagas alumbran el andar de los seres de la ceniza para apaciguar sus miedos y contradicciones. El camino se abre como un bosque y en cuanto nos adentramos, nos reconocemos distintos, un nazi muy asustadizo lo nombraría como “caminos de bosque”.
Al despertar del sueño, el ser de ceniza se dispone a escribir y de forma inmediata siente molestias, debido a que las herramientas metamórficas se han oxidado. Detrás del armario los ídolos han emprendido el viaje. Exaltado corre a buscar los hechizos y las armas de antaño, sólo para vislumbrar que se han vuelto reliquias obsoletas. En medio del ruido, el ser se encuentra con un ladrón de almas que lo interpela para administrar sus temores íntimos y así diezmar sus potencias patéticas. Entre la pérdida, ilusión y esperanzas rotas, la mano de un ser celestial rescata a nuestro personaje, y con una voz dulce le dice: “No estás sólo, tienes todas las armas que necesitas, pelea!!!”. La pequeña ficción calcada de los productos populares, quiere evocar una imagen, para pensar las torpes “ranas decapitadas” que se han dispuesto a leer. La imagen de la enfermedad, el miedo, la desesperación que nos generan -de forma artificial- agentes que nos buscan minimizar, confundir y entorpecer, es una ilusión, una imagen podrida que debemos de neutralizar.
Para ello, debemos de ser proteicos y múltiples con el fin de evocar la potencia del pensamiento que yace en el reino de lo inimaginable. Como profesor les he encomendado ejercicios de escritura, con la finalidad de que accedan a un mundo de habilidades que les han negado. Guillermo Fadanelli considera que morar en un lugar implica darle forma desde la escritura. Es decir, las personas acontecen en un espacio porque las múltiples coordenadas (físicas, emocionales, patéticas, afectivas, históricas, un largo etc.) se conjuran y desde el acto de la expresión escrita se dibujan los afectos que sólo podemos describir.
Las palabras que evocaré se desprenden de una sensación agolpada, tal y como si fuera una despedida. De alguna manera, nos acerca la “despedida” como una apertura de caminos, en donde nuestro andar se separa. Nos distanciamos por un quiebre en el medio, nos acosó la sombra y el fantasma de una enfermedad brutal. Desde la individualidad, todxs decidimos danzar en el abismo, algunos se re-encontraron; otrxs definieron sus condiciones de enunciación; y muchxs más continuaron ante el inclemente paso del tiempo.
No importa la forma, pero sobrevivimos, pasamos en medio del coro de la muerte y aunque los afectos que restringen nos dominaron, nos modificamos ante un clima despiadado. Hemos pasado un tramo adverso, tenemos que continuar. Sin embargo, la mirada sólo advierte un páramo sin vida. Entonces ¿Para dónde enfocamos el andar? Me gustaría dar una respuesta y que a todxs nos colme de algún consuelo. Sin embargo, las respuestas que buscan tienen que encontrarlas desde su lugar de enunciación.
El re-encuentro fue diverso, como si abriéramos la de caja pandora y fundirnos en las sensaciones, afectos y pulsiones más violentas. El miedo a salir, al contacto humano, el reconocimiento del espacio personal y la “sana” distancia nos metamorfosearon. Sin embargo, las palabras de alegría, la contemplación fulgurante y las sensaciones de afirmación nunca se desvanecen. En 1975 cuando la muerte acechó a Pier Paolo Pasolini, señaló de forma terminante que las luciérnagas habían desaparecido, sus brillos intermitentes no los podía ver más. Pero ¿Qué son las luciérnagas? ¿Su brillo intermitente qué nos dice? Pasolini ideó una teoría de la forma, en donde la “imagen menor”, lo que no sobresale ante los destellos de las luces normativas de la máquina, es la que cuestiona y pone en crisis los modelos de representación cotidianos. Entonces, pensar en el brillo de las luciérnagas, es pensar en las imágenes que ponen en crisis a la “normalidad”. Lo diferente, nuevo y diverso, muchas veces asusta por el potencial que anuncia en su aparición. Los valores que pensamos tan normales y cotidianos se tornan obsoletos. Las herramientas se oxidan, las cerraduras se rompen, las monedas pierden su troquelado, es decir, las convenciones, pierden potencia y se muestra su ridículo ritual de aparición.
El poner en crisis a los modelos de re-presentación cotidiana es lo que aterra a la mirada restrictiva, la forma rectilínea que consideró como norma el plano cartesiano se convierte en un garabato en la arena. Por ello, les pido que sean múltiples, sean lo que decidan, no lo que les digan. Atiendan a su intuición siempre será su mejor guía, sin embargo, escuchen a aquellos biejos lesbianos que sólo quieren su bienestar. Sus cabellos pintados, pantalones rotos, las uñas de La Rosalía no son un signo negativo. Sin embargo, para algunos lo distinto, lo alterno y lo diverso genera miedo, porque las convenciones que pensaron las más fuertes se tornan en creencias endebles. Lean, les hace falta leer, vean películas de todo tipo, intenten captar todo lo que el mundo les ofrece, pero siempre sean prudentes. Existirán personas que los quieran lastimar sin razón aparente, sólo porque les parecen distintos. Escuchen pacientemente pero con distancia. Cuando Sherk habló de que los ogros son como cebollas, sean una Ogro-Cebolla, tengan múltiples capas para que no los sumerjan en definiciones vacías. Así les guste el perreo más duro, los corridos tumbados, las boybands de muchachxs hermosxs, sea lo que sea nunca tengan vergüenza por mostrarse.
Existirán personas que se van a burlar, pero al final la última palabra reside en ustedes. Me voy a la tierra del rojo y negro, pero me enorgulleció en lo más profundo percibir las potencias que residen en sus seres. Sean una cebolla con muchas capas, para que nadie los pueda definir, vomiten a los seres que los señalan por cuestiones tan pueriles como el cabello, la ropa y su apariencia. Nos vemos y me encantó caminar con ustedes el tiempo que nos permitieron. Les dejo una referencia de un autor que aunque dice muchas cosas muy extrañas a veces cuenta cosas interesantes: “La tristeza, los afectos tristes son todos aquéllos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en esclavos. El tirano, el cura, el ladrón de almas, necesitan persuadirnos de que la vida es dura y pesada. Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos, o como dice Virilio, de administrar y organizar nuestros pequeños terrores íntimos.*”
*Gilles Deleuze, Claire Parnet, Diálogos, pp. 71.